jueves, 9 de abril de 2009

Misterios de la vida

¡Mi primer año en Salamanca! Que emoción, me disponía a estudiar la carrera allí, dejaba en Madrid a mis papis y a mi hermanita mayor.

Llegué como un mes tarde, pero no pasa nada, como soy una chica supermegasocial, fijo que iba a conocer gente pronto. Si, si, tararí que te vi.

Una vez llegado el momento de dirigirme a la universidad iba yo tan contenta recorriendo las bonitas calles de Salamanca y sin parar de tropezarme con los empedrados del suelo, cuando bajé del limbo ante la puerta de la facultad. Rápido me asaltó un pensamiento: “peroooo, joe que cosa más fea, y ¿qué se supone que es eso que en teoría decora la entrada?”.

Eso, era un curioso relieve de nunca supe qué, horrible, medio verde, con cosas que parecían personas o algo así pero que no dejó de impresionarme cada vez que cruzaba la puerta de la facultad de ciencias. Fijo que se lo había regalado alguien, porque como lo hubieran pedido a encargo era para encerrar al tipo de la idea.

Una vez dentro, decidí buscar dónde podía estar mi clase. Miré unas listas y allí me dirigí. Mi santo padre, que es de Salamanca, no paraba de relatarme las maravillas de la ciudad, lo afortunada que era por estudiar allí bla bla bla, pero yo seguía dándole vueltas, “¿qué será esa cosa que tienen en la entrada tan grande y tan feo? Joe que poco gusto”

Llegue a la supuesta aula, oooooh que peazo de sitio más grandisisimo, resulta que era una de las aulas magnas, de esas que los de atrás están en alto y va bajando hasta llegar a la altura de la mesa del profesor, es decir, que tenía una caidita muy pronunciada y como soy consciente de mis limitaciones físicas y que cualquier cosita en el camino me viene bien para tropezarme y un curioso espectáculo, decidí que lo mejor sería no bajar mucho ya que era el primer día y no era plan.

Me senté muy formalita y me dispuse a observar el lugar y la gente que allí se encontraba. La verdad que no éramos muchos para una clase tan grande, pero no sé, después de ver aquella cosa verdeee, a mi me habían descolocado por completo.

Oh que estremecimiento me lleve al girar la cabeza a la derecha y darme cuenta de que Urkel existía de verdad, con sus tirantitos y todo, y era uno de mis compañeros yyy así en directo parecía haber perdido algo de color. Esto tenía que contárselo a alguien, ¡vamos! en cuanto saliera de allí se lo tenía que contar aunque fuera al tío del quiosco.

Reconozco que casi no podía quitarle el ojo de encima a Urkel, pero continué con mi examen ocular a la clase. ¡Madre de Dios! Mira que mi padre me comentó que debía ser una chica aplicada, que estudiar en Salamanca no sería cosa fácil y bla bla bla, pero nunca jamás pensé que lo pudiera ser tanto, menos Urkel y yo aquello tenía una media de edad bastante elevada, así como de sesenta para arriba. ¡Oh! Viendo eso, una idea me asaltó de pronto, (no, no era la cosa verde de la entrada, no, era algo peor) ¡¡¡¡no terminaría la carrera jamás!!!!

Intentando no perder la presencia de espíritu, híper ventilé a ver si mejoraba la cosa. Entro el profesor y comenzó a hablar. “¿Pero qué dice este hombre?, peroo ¡si está hablando en ingles!.....¡Ay Señor! Que va a ser verdad que no voy a terminar la carrera jamás. ¿pero qué nivel tienen aquí?.“

Que ganas de llorar me entraron, pero me dije, anda tonta que eso es la primera impresión, aunqueeee, no, la primera impresión era aquella cosa verdeee. Intenté tranquilizarme pensando que bueno, por lo menos tenía a Urkel de compañero.

Fue entonces cuando me di cuenta de que aquel chaval llevaba “unos pantalones acolchados”, si, si, como si fuera una bata de “guatiné”, pero en pantalón. Y yo pensaba que en Madrid se veía de todo, pues no, eso no lo había visto yo jamás.

Después de un montón de tiempo que ya aquello parecía no terminar nunca, el señor profesor dijo algo y todo el mundo salió al pasillo. Ahí vi la luz, cogí mis cosas y salí como alma que lleva el diablo. Amos, ni muerta volvía yo a entrar ahí, algo tenía que haber pasado, aquello no podía ser cierto, ¿habría sido tele transportada a una dimensión paralela? ¿sería todo producto de mi imaginación? ¿estaría el café del desayuno caducado?.

Fue en aquel momento que vi a una chica y decidí preguntar, ¡ole, ole! Era de mi clase, que alivio, me había confundido, me metí en una conferencia de algo irrepetible. ¡Que alegría más grande!, pero ¿entonces Urkel no iba a mi clase? Que penaaa, jooooo, con la ilusión que me hacía.

Bueno, una vez en la clase real, todo parecía más normalito, pero yo tenía que contar que había visto a Urkel, eso fijo.

La chica que había conocido tenía un bonito nombre de flor y parecía simpática, aunque hacía cosas raras con la boca, bueno más que cosas raras se chupaba los labios cada treinta segundos. Nunca supe porqué, pero lo que sí aprendí es que los besos babosos me enferman y ella cada vez que saludaba, se chupaba los labios y zas, te ponía el sello.

Terminaron las clases y mi supermegasocialización brilló por su ausencia.

Nota importante: regresé a casa pegando tropezones sin parar, ahí fui consciente de lo importante de los pies en un ser humano. ¡fue horrible!

4 comentarios:

  1. oh sis, no sabia que tu primera clase hubiese sido tan tan tan horrible!!!
    Dice Candy que debe haber sido horrible!

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  2. juas juas juas juas juas juas juas juas juas
    muacs sssssschupppppppppppp

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  3. Y que dice la Julita la respecto. Menudos melenudos había por Salamanca....ji,ji,ji

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